“Beeeeee!”
– suplicaba Blanquita. Gritos de dolor me estremecían, me resultaban familiares, comprendía su lengua. – Ella parecía estar más a gusto cuando era
reducida a objeto de consumo; una prenda, una vianda, si eso le otorgaba la
vida, como regalo. Ingenua, no comprendía
que esa vida no merecía ser vivida, tenía derecho a ser libre. Sobre la dignidad de la persona hablaban los
narcisistas antropocentristas, hipocresía y desconocimiento a la vez entraban
en los oídos de Blanquita. Los valores del beneficio propio, el mal menor, y el
falso sentimiento de supervivencia y de libertad afloraban en los corazones de
aquellos que dejaron morir a una indefensa cordera, como cómplices de su
asesinato, y con la mentira entre los dientes, donde debía existir remordimiento.
Quiero avivar la llama de una lucha
que parece perdida a día de hoy (considerando que la cultura occidental se basa
en los productos de origen animal), con el fin de conmover y de cambiar, porque "la rebelión es una de las pocas posiciones filosóficas coherentes; le da valor
a la vida", como afirmaba Albert Camus en El Mito
De Sísifo.
El código ético que el hombre
occidentalizado abraza en el siglo XXI, esconde tras una cortina de caridad y de
justicia, la verdad de la malevolencia injusta, clasificando como un “bien” al
animal capaz de sentir y desarrollar una personalidad sin la opresión del más
fuerte. Hemos dejado atrás el racismo para acabar hundidos en un terrible especismo, y es la falta de empatía ante
la evidente verdad la que extingue esa
llama.
Por eso, no debemos consumir producto animal
porque:
1.
Debido a nuestra superioridad en el
ámbito intelectual, respetarlos, y velar porque sean respetados es nuestra responsabilidad.
2.
Ser solidarios con aquellos que presentan
un parentesco filogenético con nosotros es nuestro deber.
A lo largo de la historia, el hombre ha
usado como pretexto el racismo o el sexismo para discriminar a quien
consideraba diferente. A día de hoy, seguimos sobrecogidos por esa misma
heteronomía, oculta, aunque algunos de los que comprenden la
inmoralidad de sus actos, los han cesado. Tanto la experiencia del ser humano
en este mundo como su desarrollo intelectual favorecen un posible futuro de
tolerancia y de respeto a los otros. Tenemos
un cargo de índole igualitaria, para
compensar todo el daño y sufrimiento que hemos causado, de la misma manera que
lo tiene el hombre sobre la mujer por siglos de opresión. El veganismo es la
respuesta correcta a esta cuestión, porque acredita la responsabilidad del
hombre sobre el medio, y recuerda cómo a lo largo de historia, este ha estado
evadiéndola fundamentándose en la ética
de la virtud natural y del bien humano.
Todos los animales de hoy, han crecido bajo la
tutela de un ser que declara tener el derecho a explotarlas por y para su
consumo, decidiendo sobre su vida. Sería adecuado brindarles la posibilidad de
desarrollarse libremente en la medida de lo posible para que estos no queden
atrapados bajo el conocido “síndrome de la domesticación”, que les genera de
forma innata la dócil obediencia al maestro. Debemos considerar entonces que
nuestra capacidad intelectual debe ir ligada a nuestra capacidad de compartir,
pues eludir la responsabilidad más
tiempo supone egoísmo, valor que
aquellos narcisistas tachan de “negativo”.
"Un
gran poder conlleva una gran responsabilidad." – Franklin D. Roosevelt
& Tío Ben (Spiderman)
Fue Immanuel Kant, uno de los
seguidores de este narcisismo filosófico, el que expandió por primera vez el
concepto de dignidad, indicando que
es una cualidad exclusivamente
humana, y no de cualquier otro animal. Siendo Kant un racionalista, parte de la
base de que nuestra razón nos ha
habilitado nuestra dignidad, pero, cuándo la adquirimos? Fue cuando el hombre
miró por primera vez las estrellas? Fue cuando nació este señor? En qué momento
se manifestó esta nuestra dignidad? Es difícil determinar el instante en el que
el hombre “ya no fue animal”. Por
eso, cabe la posibilidad de que el resto esté enfrentándose a este paulatino avance
y, por tanto, deberíamos concederles el don de la dignidad a ellos también.
Peter Singer, filósofo animalista argumenta que a pesar de que los animales dan
muestra de menor inteligencia que el ser humano medio, muchos seres humanos con
retraso mental grave muestran una inteligencia comparable a la animal, y eso no
justifica que se otorgue menor consideración a los humanos con retraso mental.
La herramienta que utiliza el ser humano para desarrollar valores universales de igualdad, como la dignidad, es la empatía. La empatía nunca
antes se había aplicado a seres no humanos, mas su introducción correcta
en la misma ley formulada en el imperativo categórico de Kant: «Obra de tal modo que uses a la humanidad,
tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo
tiempo como fin y nunca simplemente como medio» (Fundamentación de la metafísica
de las Costumbres), sustituyendo lo humano por lo sensible*, nos hace darnos cuenta de que es perfectamente válida
para el resto de animales. No matamos porque no nos gustaría que nos matasen,
seamos humanos, seamos vacas, no debemos usar tampoco a aquella oveja como medio para tejer un abrigo de lana. Es
una obligación moral (fin en sí
mismo), por tanto, servirse de la empatía, y, por ende, de la
consiguiente moral universal con todo ser sensible; siente dolor si es
apuñalado, siente placer si es liberado.
* (Me atribuyo ahora el derecho a catalogar como seres sensibles a todos aquellos que cuenten con un sistema nervioso, descartando a seres vasculares como las plantas, porque no pueden sentir: "la pregunta no es, ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir? como afirmó Jeremy Bentham en su Introducción a los principios de moral y legislación. De esta manera, la minimización del sufrimiento, clave en el pensamiento del pensador utilitarista inglés, Singer intenta solucionarla con una filosofía vegana).
Sin embargo, a veces ocurre que los
filósofos narcisistas se transforman en biólogos naturalistas, y resumen la más
evidente refutación en torno a la alimentación humana: “somos omnívoros”, y,
por tanto, “podemos comer animales”.
El mismo positivismo de Comte, que se
aplica a la ciencia y la religión, es una válida respuesta a esta pregunta porque el sacrificio del pasado no justifica la inmoralidad del presente. Es
cierto que hemos necesitado una alimentación omnívora para llegar a nuestro estadio
actual, por una razón cuya lógica es aplastante: cuantas más cosas podamos
comer, más fácil es sobrevivir, perpetuar la especie, y evolucionar. No
obstante, habiendo servido ya en el pasado, hoy podemos desechar la parte
carnívora porque no nos es necesaria para sobrevivir. Como ejemplo sencillo, en
relación al consumo animal directo:
antes de la invención del fuego, el ser humano era capaz de tolerar la carne
cruda cazada en el acto (incluso carroña), y estaba dotado de una dentadura y
una mandíbula idónea para ello. Hoy los caninos han quedado obsoletos gracias
al uso de los cubiertos, y, por regla general, no es sano para el cuerpo humano
consumir carne cruda, por eso la cocinamos. Estos hechos son los primeros
indicios de que debemos ir desechando la carne hasta acabar etiquetándonos de
herbívoros. Por otro lado, el resto de animales que comen otros animales no
son capaces de plantearse esta cuestión si quiera, ya que no han llegado a desarrollar
principios morales universales, por ello, su asesinato está justificado. Les es
necesario para prosperar.
Por supuesto, cada ser humano es libre
en su totalidad, y si eso le implica utilizar animales como medio para su bien,
está en su derecho (moral y legal), debe poder hacerlo. Aun con todo, es
mi deber promulgar la ética emotivista del bien, que conocemos ignorar,
de la que ha huido la inmensa mayoría de occidente, (evadiendo la importancia
del concepto de “matadero”, por ejemplo) para que aquellos que obren el mal
sean conscientes de que lo están haciendo. Y así sea, que esta ética axiológica que abrazo posibilite
un futuro para aquellos seres que merecen nuestro respeto ahí donde apreciamos
nuestras raíces, dado por aquellos que, a priori y con la desidia de las consecuencias, decidimos obrar el bien.
“Obra
sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se
convierta en ley universal. Obra como si la máxima de tu acción pudiera
convertirse por tu voluntad en una ley universal de la naturaleza”– Kant-
Disertación realizada por un alumno de Bachillerato
Imagen: "Viñeta", El Roto
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