miércoles, 6 de febrero de 2013

POR QUÉ LA DEMOCRACIA NECESITA DE LAS HUMANIDADES




“Las artes y las humanidades desempeñan una función central en la historia de la democracia, pero así y todo, muchos padres en la actualidad sienten vergüenza de que sus hijos estudien arte o literatura. Aunque la filosofía y la literatura han cambiado el mundo, es mucho más probable que un padre o una madre se preocupen porque sus hijos no sepan nada de negocios que porque reciban una formación insuficiente en materia de humanidades.” Así comienza el prefacio que escribe Ruth O´Brien sobre el libro Sin fines de lucro de Martha Nussbaum.

La filósofa newyorquina sostiene que la “educación para obtener beneficios económicos” ha desplazado a la educación integral de los ciudadanos, y que, con esta marginación de las humanidades de los programas de estudio, se descuidan “el pensamiento crítico, la empatía y la comprensión de la justicia”. El descuido y el desprecio de las artes y de las humanidades, generan un peligro para nuestra calidad de vida y para la salud de nuestras democracias. Es más, afirma la autora de El ocultamiento de lo humano,, “aquello que podríamos describir como el aspecto humanístico de las ciencias, es decir, el aspecto relacionado con la imaginación, la creatividad, y la rigurosidad en el aspecto crítico, también está perdiendo terreno en la medida en que los países optan por fomentar la rentabilidad a corto plazo mediante el cultivo de capacidades utilitarias y prácticas, aptas para generar rentas.”

Nussbaum nos alerta sobre la existencia de una “crisis silenciosa”, que va más allá de la enorme crisis económica y financiera que existe a nivel planetario. La actual profesora de ética de la facultad de Chicago se refiere a una crisis mundial en materia de educación que, si se prolonga en el tiempo, “producirá generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con capacidad de pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y los sufrimientos ajenos”. Por ello, en la medida en que se recorta el presupuesto asignado a las disciplinas humanísticas, “se produce una grave erosión de las cualidades esenciales para la vida misma de la democracia”.

Y es que se tiene, por una parte, una visión mohína de las humanidades, en general, y de la filosofía, en particular, como algo aburrido, estático y caduco. Se nos vende que, filosofar no sirve para nada, que no conduce a nada: es una gran pérdida de tiempo que se reduce a un listado de nombres que empieza por los griegos presocráticos y a los que hay que aprenderse de memoria aunque no se les entienda. Pero eso no es filosofía, es, como mucho, y mal entendido, su historia.

Pero, dejando a un lado esta visión estéril de la filosofía como punta de lanza de ese grupo de disciplinas humanísticas que no tienen cabida en los nuevos planes de estudio, también se da,  por otra parte, una visión completamente antagónica. La de la filosofía como algo peligroso, nocivo, incómodo e incluso, revolucionario. Porque no lo olvidemos, la filosofía, aparte de ser un saber crítico, es un saber de preguntas, un saber radical; y una cosa es transformar objetos y, otra muy distinta, transformar a los hombres.

Bien es cierto que, actualmente, en nuestras naciones hiper y super desarrolladas no se ejecuta a los filósofos dándoles de beber un buen trago de cicuta al estilo Sócrates, pero se puede matar la filosofía sin necesidad de envenenar al filósofo. En palabras de Lyotard, “se puede impedir al filósofo estar ahí, que se halle presente con su falta en la sociedad. Se le puede relegar a cualquier lugar, a cualquier parte, de tal forma que su vacío no haga demasiado ruido, demasiada discordancia en la rica melodía del desarrollo.”

En 1917, Rabindranath Tagore, escribió un libro titulado Nacionalismo en el que exponía que “la historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio, casi sin saberlo al hombre comercial, el hombre limitado a un solo fin. Este proceso, asistido por las maravillas del avance científico, está alcanzando proporciones gigantescas, con un  poder inmenso, lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su costado más humano bajo la sombra de una organización sin alma”.

Creo que con esto debería ser suficiente. Si no se dan por enterados, luego, que no se quejen.

Enrique López


2 comentarios:

  1. Si todos nuestros esfuerzos se centrasen en sacar beneficio económico acabaríamos como bien afirma Martha Nussbaum: “[...] la crisis silenciosa [...] producirá generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con capacidad de pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y los sufrimientos ajenos”.
    Es la mercantilización del saber: si no tiene beneficios económicos no merece la pena invertir tiempo y medios en estudiarlo.
    Además, ¿confundimos "llevarnos algo a la boca" con poseer infidad de utensilios que solo cubren necesidades inventadas? ¿O hablamos de enriquecernos para poder enterrarnos como faraones, rodeados de bienes y dinero? Para comer no hace falta trabajar 60 horas a la semana y ganar un suedo de cinco cifras al mes.

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  2. Bien es cierto lo que dices pero, por desgracia y parafraseando a Voltaire, el sentido común no es nada común.
    El problema es que la gente sigue confundiendo el ocio con el negocio.

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