viernes, 21 de noviembre de 2014

¿TIENE SENTIDO HACER FILOSOFÍA HOY?





¿Qué es la filosofía? O incluso más importante aún, ¿qué es la filosofía para nosotros? Muchas personas la definirían como una ciencia que se encarga de poner en duda todo lo que nos rodea. Otras, en cambio, la definirían como una actitud hacia la vida, una actitud inconformista. Y algunas, como un camino que hace que nunca pares de buscar preguntas. Pero, y volviendo al punto de partida: ¿hay alguna utilidad en todo ello? ¿Tiene sentido rebuscar y rebuscar?

            Antes de responder a este interrogante podríamos plantearnos otro mucho más sencillo de responder: ¿es útil la ciencia? La respuesta a esta pregunta es, para la mayoría de las personas, diáfana: ¡sí! Pero, ¿qué tiene la ciencia que la convierte en algo útil? 

De todos es sabido que la ciencia nace de la experimentación, es decir, todo el conocimiento que extraemos de ella es empírico. Por ejemplo, cuando un científico quiere demostrar una teoría, tiene que aportar una serie de datos, de relaciones y de realidades que ha obtenido mediante experimentos combinados con el uso de su razón. Y cuando consigue que se cumplan todas esas condiciones, es capaz de verificar el enunciado del que partía su experimento y establecer, de esa manera, una teoría.

            El conocimiento científico, por lo tanto, es racional y tiene una finalidad. En el ejemplo anterior, la finalidad de las indagaciones del científico era demostrar esa teoría.. Pero, ¿acaso la filosofía puede hacer lo mismo? En contraposición al conocimiento científico, la filosofía no da un sí rotundo a todo lo que descubre, es más, deja puertas y ventanas abiertas para el posible nacimiento de más preguntas con respecto a todo lo que nos rodea. La filosofía, entonces, ¿no servirá más que para hacernos preguntas y no obtener respuestas? ¿No será, como afirmaba Karl Jaspers, más que un  ir de camino buscando lo que no se tiene?

            Las diferencias entre la filosofía y la ciencia son evidentes, Ortega dejó clara constancia de ello. La ciencia persigue una finalidad, (por ejemplo, la demostración de una teoría,), mientras que para la filosofía el camino que se recorre para llegar a algo es más importante que ese "algo” final. La ciencia es concreta y limitante, mientras que la filosofía está abierta a todo. La ciencia busca la obtención de respuestas exactas, aunque sea penúltima, busca soluciones.

Sin embargo, la filosofía se plantea preguntas, problemas. Por ejemplo, si a un biólogo le preguntan que qué es el ser humano, respondería: un conjunto de células que realizan las tres funciones vitales. En cambio, si se lo preguntamos a un filósofo, como por ejemplo, Platón, respondería: "el hombre es un alma racional encadenada a un cuerpo material y sensible que busca salir de él para retornar a un estado original de perfección a través de una lucha continua".

Ahora bien, aunque las diferencias entre ciencia y filosofía sean tantas, ambas también cosas en común. ¿Qué haría la ciencia sin la filosofía? O, ¿qué haría la filosofía sin la ciencia? Ambas nos acercan a nuestro mundo utilizando la misma herramienta. la razón. Ambas buscan que comprendamos todo aquello que está a nuestro alrededor. Ambas ansían, al fin y al cabo, alcanzar un conocimiento último y universal, ¿Por qué entonces, si son tan parecidas, nos empeñamos en separarlas?

          Si nos remontamos al siglo VI a.C. a Grecia, y más concretamente a la región de Mileto, nos toparíamos con el que para algunos es el padre de la filosofía, Tales. Este filósofo milesio empezó a cuestionarse el por qué del espacio, del tiempo, el por qué del movimiento estelar. Y no lo hizo solo de una manera científica, ni, solo de una manera filosófica, sino que lo hizo empleando y sirviéndose de ambas. Después de él, muchos otros como Parménides, Anaxágoras, o Heráclito, hicieron lo mismo. Todos ellos buscaron la manera de conocer mediante las dos fuentes de conocimiento de que disponemos: la razón, y los sentidos. Por eso, en palabras de Giacomo Marramao, “las interrogaciones filosóficas se sirven de la experiencia, no del experimento, y por ello solo pueden utilizarse en los símbolos, metáforas, palabras clave con las cuales intentamos conocer la realidad en la que vivimos”.

 De ahí que, si nosotros, inicialmente, consideramos la ciencia como un saber útil, y hemos comprobado que la ciencia y la filosofía tienen muchas más cosas en común de lo que parece, ¿por qué no considerar también útil la filosofía?

            Ahora bien, ¿cómo surge? ¿De qué manera aparece la filosofía? Las personas llevamos dentro de nosotros la curiosidad y las ganas de descubrir el por qué de todo. Por eso, cuando la ciencia no fue capaz de cubrir nuestra necesidad de saber mediante sus experimentos y teorías, surgió la filosofía. Cuando nos planteamos preguntas que, a priori, no parecen tener respuesta, también hacemos filosofía. Y cuando reconocemos nuestra ignorancia porque no lo sabemos todo, filosofamos, de la misma manera que lo hizo Sócrates.

            Pero, aunque este proceso parezca sencillo, es más complicado de lo que parece. Antes de entrar en contacto con el mundo filosófico, la mayoría de las personas viven en un estado de indiferencia ante el mundo. No se plantean dudas, no se cuestionan nada. Por eso, sabemos que nadie nace filósofo, sino que se hace y que, poco a poco, aprende a serlo. La manera de hacerlo es aprendiendo a filosofar, es decir, a utilizar nuestra propia razón de manera libre para encontrar aquello que buscamos. Por eso, ya lo decía Kant, “no es posible aprender filosofía, únicamente se puede aprender a filosofar”. 

            ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo convertirnos en personas capaces de hacer filosofía? La respuesta, para los filósofos es simple. Siendo críticos, siendo capaces de formular preguntas a las preguntas, no aceptando lo ya establecido, sino cuestionándolo. Pensando, utilizando nuestra propia razón, liberándola, rebuscando sin descanso en nuestro interior, convirtiéndonos en ávidos detectives de la verdad. Rechazando el conformismo, consiguiendo hablar desde las cosas, no de las cosas, viviéndolas, involucrándonos y ayudándonos a nosotros mismos y al mundo a abrir los ojos. Tal vez por eso, Hegel llegó a la conclusión de que "la filosofía es el mundo al revés".

Por lo tanto, este proceso que parece tan complicado, ¿es útil? ¿Acaso es útil aprender a filosofar, a tener una actitud crítica? Previamente, planteamos como la ciencia es la antítesis de la filosofía, describiendo las diferencias entre ellas, para llegar, en definitiva, a un punto en común. Decíamos, por lo tanto, que la ciencia era un saber útil, y viendo que existen cosas en común con la filosofía, podríamos concluir que esta última también lo es.
Aunque la conclusión es clara, yo, personalmente, respondería a la pregunta inicial sobre la utilidad de la filosofía de esta forma: si queremos llegar a ser personas, la filosofía nos ayudará en ese camino, sino, podemos seguir haciendo lo que hasta ahora.


 Ejercicio realizado por Andrea Real, alumna de 1º de Bachillerato Internacional
Imagen:  "No future", de Banksy (graffiti)

1 comentario:

  1. Sin palabras me he quedado al ver que lo ha escrito una alumna tuya :O
    Debe ser gratificante tener semejante εραστής της σοφίας aprendiendo de ti!

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