sábado, 9 de marzo de 2013

DETALLES




Saber mirar, contemplar, no es ver. Los sentidos, sus capacidades, son diferentes. Sin detalle no hay identidad, y saber acercarse no es fácil.

Hay que estar dotado para mirar, para escuchar. El don, dice Maurice Blanchot, “es un espacio cerrado del que uno se rodea para gozar de un placer clandestino. Los que no tienen el don se quedan afuera; y quienes lo tienen entran y salen a gusto”.

A primera vista, las cosas parecen. La totalidad nos rodea y nos niega a la vez, se convierte en algo cotidiano, predecible, que desborda en su conjunto.  La costumbre, afirma Marina, “nos hace ver las cosas al por mayor”.

El detalle, por el contrario, necesita cuidado, atención, finura. Mirar atentamente invita a reconocer un orden, algo digno de ser contemplado, la parte de un todo.

Y es que, a veces, conviene detenerse, tomar distancia, salir de la rutina que es, en palabras de Gracián, “la ordinaria carcoma de las cosas”. Porque parece que todo es lo mismo, que todo es igual, pero aún hay cosas, demasiadas, que quedan por descubrir.

Contemplar implica diálogo, reciprocidad, fascinación. La contemplación es un juego libre porque no apunta a ninguna finalidad preestablecida. Solo el amor puede  hacer que las cosas sean de un modo especial, “lo bello solo existe para el que es bello” decía Plotino, porque es independiente de la utilidad y el consumo.

Para saber mirar es necesario derrotar la prisa, sosiego, un mínimo interés, tiempo. No se trata de gozar “de algo”, sino “con algo”, porque el sentir humano es un sentir estético. No se trata de digerir de una manera pasiva, sino de aceptar lo contemplado y entablar con ello una comunicación que es, a la vez, sensible y racional.

Contemplar, recoger el guante del reclamo, de la provocación. Hacer que nuestra voluntad se detenga. Descubrir un nuevo sentido en las cosas: saborear la eternidad. Establecer una forma de comunicación distinta de la habitual. Abrir ante nuestros ojos, u oídos, un mundo diferente, diverso. Conseguir, al fin y al cabo, que nuestra atención quede raptada, atraída, seducida, supone una nueva experiencia, un rescate: prestar atención a los detalles, porque “el que ha sabido mirar, siquiera un árbol, ya no muere. Es la lección y la esperanza de toda vida contemplativa”, María Zambrano.

Enrique López

(Imagen: Alberto Díaz,  María Zambrano )
                                                                     
       

8 comentarios:

  1. Sublime Enrique, has conseguido plasmar la esencia de este don. Y con sólo recordarlo me ha hecho gozar y sentirme afortunado. Gracias

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  2. Ya sabes que lo visible, amigo, es solo un ejemplo de lo real. Gracias a ti

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  3. Cuántas cosas se nos escapan cada día por no fijarnos en los detalles... Lo peor es que muchas veces ni siquiera nos preocupa. Para mí, el mejor texto de todos, enhorabuena! Yo me quedo con esta frase: no se trata de gozar "de algo" sino "con algo", porque el sentir humano es un sentir estético. Esto me sirve para decirte, que espero que sigas añadiendo cosas a este blog porque es una gran alternativa para aquellos que por desgracia no podemos disfrutar CON tus clases".

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  4. Hay alumnos que, aun ausentes, siempre están con uno. La clase solo es espacio, pero todo recuerdo, si es bueno, siempre es presente. Gracias por el comentario, Mónica. Un abrazo

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  5. Entendiendo con tu ejemplo claro, la necesidad de vivir, sentir y existir mediante una estética humana, que no imagen humana. Una estética que le lleva a uno, como a ti, a gozar de tu filosofía y hacer que muchos que comenzamos a gozar de ella, estemos ahora gozando con ella. Gracias profesor

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