“Puede parecer que hoy, cuando la ciencia ocupa la primacía en el conocimiento, la filosofía es algo superado; pero la filosofía toca lo esencial del ser humano y está constantemente actualizándose; la filosofía desarrolla el pensamiento crítico, reflexivo, analítico, con una visión ética y orientación moral que proporciona recursos para vivir mejor a título individual; pero también sirve para reunificar el conocimiento, porque el saber está cada vez más parcelado y especializado y la filosofía, por su carácter multidisciplinar, es como la madre de todas las ciencias, es la que aporta conceptos para fomentar el diálogo y los vínculos entre el arte, la religión, la biología, la tecnología, etcétera”, respondía a este diario hace algún Joan Méndez, profesor de filosofía en el colegio San Juan Bosco de Barcelona, asesor filosófico y miembro de la Asociación de Filosofía Práctica de Catalunya. Otros muchos filósofos, humanistas y científicos aseguran que la filosofía tiene un papel fundamental en la sociedad de hoy y muchísimo que aportar al avance de las investigaciones científicas, tanto por la vía de fundamentar el conocimiento como abriendo la puerta a determinadas formas de investigación y programas de tecnología como la inteligencia artificial.
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A menudo se
acostumbra a pensar que hablar de filosofía es hablar del ser, del alma, del
sentido de la vida, del bien y del mal, de la moral...; en definitiva, de
conceptos muy abstractos. Pero cuando se hojea el último libro de quien está
considerado como el filósofo francés contemporáneo más relevante a escala
europea uno ve que reflexiona sobre los domingos, la fiestas de Navidad o
Semana Santa, la moda, las vacaciones, los padres, los celos, las estaciones o
la inmigración. Los artículos de André Comte-Sponville recogidos en El placer de vivir (Paidós) versan en su mayoría sobre
la vida cotidiana actual, pero en ellos no faltan referencias a Platón, Spinoza,
Santo Tomás, Epicuro, Montaigne, Kant, Séneca...
¿Qué tienen que ver pensadores que vivieron hace cientos, cuando no miles, de
años con los problemas o la visión del mundo de hoy? “De los filósofos clásicos
podemos aprender, por ejemplo, que la vida es difícil; nos permiten entender
que las dificultades que hoy afrontamos no son consecuencia de la crisis de la
que tanto se habla; que desde que existe la humanidad la vida ha sido difícil y
que la felicidad no es tener una vida fácil, sino que amar la vida es amar
también sus dificultades”, responde Comte-Sponville. Y recuerda que Spinoza
(1632-1677) dijo que no se desea algo porque se juzgue bueno, sino que se juzga
bueno porque se desea “y nosotros no amamos la vida porque sea buena o fácil,
la amamos porque la deseamos y juzgamos que es buena para nosotros”.
En cualquier momento y a cualquier edad
Como Comte-Sponville, otros filósofos y especialistas en la materia enfatizan
que una de las utilidades de la filosofía es contribuir a la reflexión sobre
los grandes problemas de la actualidad, tanto en el ámbito individual como en
el colectivo. Javier Echegoyen Olleta, profesor de Filosofía de la UNED,
asegura que la filosofía tiene mucho que decir sobre la ecología, los derechos
humanos, los derechos de los animales, los riesgos de la ingeniería genética,
la interculturalidad, el sistema productivo o nuevas formas de participación
ciudadana. Pero su contribución tampoco acaba ahí. Jorge Úbeda, que fue
director académico de la Escuela de Filosofía de Madrid y ahora dirige la
Fundación Promaestro, considera que hay tres grandes aportaciones que hacen que
la filosofía tenga sentido en cualquier momento y pueda interesar a cualquier
edad. “En primer lugar, sirve para entender fenómenos de la vida social,
política y económica para los que las ciencias no tienen una respuesta clara;
en segundo lugar, permite tomar distancia de la realidad para someterla a
examen, a crítica, y pensar qué puede hacer uno, cómo puede ejercer su libertad
y responsabilidad; y, por último, la filosofía nos enseña a hablar de otra
manera, de forma racional y argumentada, a escuchar los argumentos del otro y a
estar dispuestos a modificar el propio punto de vista si fuera necesario”,
resume.
Sea por
estas u otras razones, lo cierto es que la demanda de estudios y actividades
relacionadas con el pensamiento filosófico no para de crecer. Según Úbeda, hay
tres momentos del pensamiento filosófico que acostumbran a concentrar el
interés: “De la filosofía griega interesa sobre todo la figura de Sócrates -sus
diálogos sobre la democracia ateniense y cómo organizarse mejor políticamente-,
el relativismo, los sofistas y Platón, porque nos proyectamos en esa época;
pero también el hedonismo y el escepticismo; un segundo gran centro de interés
es la Ilustración, porque es el inicio del estado moderno, del progreso de la
humanidad y el momento en que surgen las ideas que han regido el mundo hasta
hoy; y, por último, interesa la postmodernidad, el relativismo y el pensamiento
débil”.
Y si en
España, donde la filosofía ha sido siempre un saber bastante minoritario,
algunos detectan un creciente interés por ella, en otros países como Francia
hablan directamente de su resurgir o su resurrección. En palabras en André
Comte-Sponville “en la sociedad actual hay un declive de las religiones y de
las grandes ideologías; basta pensar en el peso que tenía el catolicismo en
Francia o en España hace sólo unas décadas, o en el peso del marxismo en los
años 60 y 70; y cuanto menos religión y menos ideología tenemos, más
necesitamos de la filosofía, porque hay que buscar respuestas a las preguntas
que todo ser humano se hace y que antes nos venían dadas desde la religión o la
ideología; dar respuesta a esas preguntas es filosofar”.
¿Qué pensadores pueden aportar más?
Los filósofos y profesores de filosofía consultados aseguran que encontrar qué
pensadores, clásicos o actuales, pueden darnos mejor respuesta a la vida de hoy
depende de cada persona, porque hay muchas corrientes distintas y cada uno ha
de encontrar la filosofía que le pueda ayudar a entenderse mejor.
Comte-Sponville apunta, no obstante, que para la sociedad actual son más
interesantes los pensadores menos dogmáticos, los menos religiosos y los que
están más cerca de la vida cotidiana y real. De ahí que él priorice la
sabiduría griega del epicureísmo y el estoicismo, y a Montaigne –“que es la
filosofía menos dogmática que existe”-, y se reconozca perteneciente a la
corriente materialista, no religiosa, de Epicuro, Spinoza, Marx y Freud.
Echegoyen
opina que quienes buscan en la filosofía una orientación para vivir y respuesta
a asuntos tan universales como el sufrimiento, el respeto, el riesgo o el
sentido de la vida, pueden resultar útiles pensadores que siempre se han
ocupado de la filosofía práctica, como Marco Aurelio, Epicteto, Epicuro,
Sócrates, Platón, Aristóteles, Nietzsche u
Ortega y Gasset.
Llorenç
Vallmajó Riera, profesor de Filosofía y creador de Filòpolis, una web de
filosofía para no iniciados, explicaba hace algún tiempo que para sopesar la
importancia que tiene la labor de los pensadores en nuestras vidas basta pensar
qué nos habríamos perdido sin ella. “Sin la filosofía nos habríamos perdido lo
que llamamos lógica (Aristóteles fue el primero en analizar las diferentes
maneras de argumentar que tenemos los humanos, mostró las reglas de una buena
deducción y nos dio las herramientas para poder construir argumentaciones con
validez), y sin la lógica nos faltaría la luz racional necesaria para analizar
los discursos y detectar las falacias, argumentos con sólo apariencia de
validez”, ejemplificaba. Y añadía que, como toda teoría científica está guiada
por procedimientos lógicos, la filosofía también ha resultado básica para el
progreso científico. “Estoy pensando en el falsacionismo de Popper: nos dice
que es factible demostrar que una teoría es falsa, pero nunca se puede
demostrar que una teoría es verdadera; nos muestra que reconocer un error ya es
un progreso, que el error puede ser fértil”, concretaba. Por otra parte, la
epistemología o teoría del conocimiento ha permitido abrir nuevos caminos y
esperanzas en momentos de crisis intelectual, como cuando se reconoció el error
milenario de la teoría geocéntrica según la cual la Tierra era el centro y
todos los astros giraban a su alrededor.
Para
Vallmajó no menos importante es la aportación ética, que nos permite
reflexionar sobre cómo hemos vivido. Él destaca las ideas de orden ético de
Sócrates, Platón o Aristóteles, pero también de Kant, “a quien debemos la
distinción entre legalidad y moralidad: la Revolución Francesa era ilegal, pero
¿era moral?”. Y tampoco en el ámbito de la política se estaría donde se está
sin las aportaciones filosóficas. “Pensemos en lo que supuso afirmar, como lo
hizo Thomas Hobbes, que el poder político no deriva de Dios, sino que es fruto
de un pacto o contrato social; con este reconocimiento, las personas dejaban de
ser súbditos y pasaba a se ciudadanos; o pensemos en las aportaciones de René
Descartes: al afirmar que todos los hombres, por naturaleza, tienen la
capacidad de razonar o de juzgar abrió o desbrozó el camino hacia la Revolución
Francesa”, ilustraba en una entrevista con La Vanguardia el creador de
Filòpolis.
Marta Ríus, artículo publicado en "La Vanguardia"
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